viernes, 24 de diciembre de 2010

Prisionero de Techint

Lo primero que mis viejos hicieron juntos fue quemar una carta de Vaca Narvaja. La carta había llegado de Méjico y contaba en detalle las torturas a los presos políticos. Mamá le mostró a papá aquella carta y papá dijo que había que quemarla urgente, que si te agarran con eso. Las prendieron fuego en la pileta de la cocina.
En aquellos días mi vieja iba de casa en casa. El padre la había abandonado junto a la madre; un día dormían en una pensión, al siguiente en un hotel, hasta durmieron en un albergue transitorio. (En esos días también dejó de creer en la amistad. y hasta hoy descree)
En la casa del barrio el fogonazo no había baño, así que papá, que estaba de visita, salió a orinar al patio. Mientras meaba escuchó ruido en el techo, entonces levantó la vista y vio a su suegro. Entró a la casa. Mostrame una foto de tu viejo, le dijo a mamá. Entonces corroboró: el tipo del techo era su suegro.
(En cuanto a la hermana de mamá, vivía en casas de amigos y ya empezaba con los recitales: judas priest, iron maiden)
Mi viejo era un prisionero de Techint (todavía canta una cumbia que habla de esos días). Trabajaba doce horas por día en un trailer, pagando sueldos e indemnizaciones. Veía partidos de cien contra cien, jugados con una cabeza de vaca. Por la noche se emborrachaba, sin excepción, de lunes a viernes. Amanecía en algún descampado, el sol en la cara; buscaba algún colectivo que lo dejara cerca del trabajo. Y de nuevo el círculo, circulo que se rompía los fines de semana cuando visitaba a mamá.
Una vez un tipo enorme se metió en el trailer. El tipo había estado metido en el mato groso, en las obras de alto riesgo. (Cada tanto se indemnizaba a alguna viuda) el tipo entró (innecesariamente) con un cuchillo. Pasó la lengua por la hoja del cuchillo y se puso a correr a mi viejo en torno a la mesa. (Mi viejo tenía ojos azules, un cuerpo bien formado por la natación, pero el tipo con el cuchillo era un gigante.) Por suerte en ese momento entró otro gigante, un tipo al que mi papá había ayudado con una cuestión contable.

En esos días empezó el chiste de mi viejo: ponía un dedo extendido y llamaba a mamá, que estaba distraída viendo tele. Cuando mamá se daba vuelta solía encontrarse con que tenía el dedo en el ojo. Ahora mi vieja dice que todo empezó con aquel chiste, lo dijo varias veces durante los 25 años que estuvo con papá. Ese chiste fue una señal, decía, y yo tendría que haberme dado cuenta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Nota escrita un día fresco

Otra de las cosas que me tiene impresionado ultimamente es la pintura de Hockney. estoy cuidando la casa en venta de mi papá, acá pasé la infancia. pero estoy bien oculto, los vecinos no tienen idea de que yo estoy acá, fran, mi amigo de la infancia no lo sabe, en algún momento me voy a asomar y lo voy a invitar a tomar algo, a comer algo. pero como les dije estoy en este misión un poco rara de recordar, esto que empieza acá pero no se donde va a terminar.
cuando yo era chico en esta casa faltaba siempre el agua. la falta de agua generaba algunas de las duras peleas entre papá y mamá, imaginen; 45 grados, se los juro, entre estas paredes de departamento la temperatura solía llegar a los 45, sin agua, por uno, dos, tres, cuatros y hasta quince días. como vivíamos, no sé. una vez mi hermana y yo estabamos tirados, como muertos en el patio, sin decir a. papá lo recordó hace poco y cuando lo contaba (papá no es un tipo expresivo, nada expresivo) sentía una especie de ternura y la mostraba, porque mi hermana y yo eramos dos chiquitos muy callados. la cosa es que estabamos ahí tirados muertos de sed y de calor y que papá decidió comprar esta pelopincho. la pelopincho que hoy llené, porque ya no falta el agua en este barrio. no falta el agua; papá y mamá estan separados; yo no me hablo con mi hermana por cosas que pasaron y estoy solo en esta casa en la que dejamos de vivir hace doce años. los ultimos inquilinos se fueron y ahora la casa esta en venta. esta soledad me viene bien para acordarme de las cosas y para contarselas, para releer algunas cosas, para mirar esos dibujos de las atalayas.
tan impresionado me tiene la pintura de hockney que hoy armé la pileta. una simple pileta de lona, y a pesar de que la temperatura no llegaba a los 20, me metí desnudo. solamente para vivir en un cuadro de Hockney. me estremecen los cuadros de ese tipo.

Nota que da inicio a las notas

estoy bastante solo últimamente. voy solo al cine, me compro una coca y doy vueltas por la sala hasta que empieza la película. solo al supermercado, hoy me olvidé el bolso y tuve que volverme. no estoy bien de la vista así que no me encuentro con nadie. necesito esta soledad, aunque sea un poco extrema. necesito un tiempo así, no sé donde termina esto, pero empieza acá. en un rato salgo a caminar, no voy a escuchar nada ni a nadie. sé que es tarde y hasta un poco peligros pero no tengo miedo. lo que quiero es contarles algo, ordenarlo un poco y contarselos. hay cosas estupendas, noches de verano y esas cosas de tarjeta postal, pero también vienen pegadas cosas violentas. papá y mamá no eran el uno para el otro. no se si saben de que hablo. tengo varias cosas escritas en un cuaderno. empiezo a escribir y me cuesta arrancar, pero llegada la medianoche no sé como frenarme. como dejar de ver a mi abuela muriendose en la piecita, ella no quería que yo la vea, mi mamá le había pintado la boca y ella no quería que yo la vea. pero ustedes saben como son esas cosas, la vi por la hendija de la puerta y la imagen se me quedó grabada y ahora se las cuento. fue la última vez que la vi, un domingo a la tarde. ahora estoy muy solo, en esta misión que me impongo no puedo llevar acompañantes, más que algún que otro amigo con el que me reuno para comer algo un sabado a la noche.
estoy entusiasmado con esto de contarles, tanto que hoy me compré tres cuadernos, diez lapiceras porque no quisieron venderme una caja completa; me puse el libro de carver al lado de la cama: sus poemas, las cenizas de angela: el mejor libro que se escribió. tengo unas películas norteamericanas, cosas simples, algunas comedias, otras no, por ejemplo paris texas, veo una y otra vez esa película; y me la paso mirando tarjetas, de esas cursis en las que un poema flota sobre la imagen de unos amantes en el mediterraneo o sobre una mujer celta sentada en una piedra. ¿conocen esas tarjetas? también estan las atalayas, los dibujos de paraisos prometidos y familias acampando en esos paraisos bajo cielos estrellados me inspiran. también leo algunas cosas de historia, prehistoria mejor dicho, me impresiona mucho la prehistoria, no sé mucho de civilizaciones. me impactó la imagen de una familia de cavernicolas (neandhertales, no sé) compuesta por padre madre e hijo que veían desde una playa a un volcán haciendo erupción. la lava saltando y la familia mirando, el padre rodeando el hombro del pequeño cavernícola. en estas cosas paso los días ahora. quiero contarles algunas cosas. ahora me voy a caminar.

Nota sobre las revistas Atalaya

Soy una persona bastante ignorante, terminé el secundario de grande; un tipo de mas de veinte esforzándose con contenidos de uno de catorce, pero leí muchos libros, los leo por las historias o por las imágenes. Como les dije me impactó una imagen sobre una familia de cavernícolas y me apasionan los dibujos de las atalayas. Me gustan tanto que una vez fui a una reunión, es algo raro, es como estar en los años 40.
En esta casa, hace como 20 años trabajó un pintor testigo de Jehová, hablaba mas de lo que trabajaba, eso decían mis papás, pero a mi me encantaba que viniera porque me traía revistas y libros llenos de esos dibujos: había gente amenazada por la erupción de un volcán, familias acampando bajo las estrellas, se ve que el clima era estupendo porque ni carpas necesitaban; hileras de gente subiendo un monte, todos se tomaban las manos.
Mamá siempre se ponía a fumar delante del pintor porque sabía que al hombre le molestaba; mi tía le ponía heavy, pero ellos están acostumbrados a ese trato. Siempre les hacen cosas así cuando predican. Mamá terminó prohibiéndole al tipo que me diera revistas. Ahora me desquito. cerca de noviembre, o en víspera de feriado (esos momentos son buenos para hacer cosas así) paso por el templo y pido algunas revistas, siempre me dan como quince y no me importa tener que escuchar algún sermón.

Nota escrita con gripe

estuve cuatro días sin contarles nada. fiebre, gripe, me duele todo, pero como puedo me arrastro hasta acá y me pongo a escribirles, no tienen idea como me gusta sobreactuar, me choco con las paredes, me doblo como si me hubiesen herido, soy un poco actor, bastante exagerado. me mató bastante esta gripe; estar solo, supongo que esa experiencia de la pileta es la culpable, eso de querer emular la pintura de hockney. ahora estoy llevando un diario de mi gripe, cada tantas horas tomo algunas notas de lo que me va pasando. un día de chico; durante una de estas gripes alternaba sueño con lectura de lovecraft, ya no creo que pueda volver a hacerlo, no saben los sueños que eso provocaba. anoche o el domingo a la noche por ejemplo tuve dos falsos recuerdos. pensé en cosas como si fueran un recuerdo, pero no las había hecho nunca, es raro.
si mañana puedo voy a mostrarles algo de mi diario de fiebre, no salió nada bueno. estuve muy solo, así que usé un truco que siempre uso. a todas las personas que conozco y me gustan les robo un pedacito de sus personalidades y despues cuando me quedo muy solo y me cuesta sobrellevarlo les hablo, elijo a una de las personas que me gusta y les cuento algo de cuando era chico. por ejemplo ayer le conté a una amiga como esperaba a que mi papá llegara de trabajar. se lo conté en voz alta y todo; no por la fiebre, siempre hago eso. se lo adorné un poco y todo, le dije que siempre a la hora mágica (así le digo yo al atardecer) cuando en la calle se prendían los primeros faroles yo escuchaba pasar el tren por la esquina y sabía que en ese tren llegaba mi papá, a pesar de las cosas la mayoría de las veces lo esperaba muy ansioso. había otras veces que quería verlo muerto, despues me arrepentía muchísimo. siempre fui bastante exagerado. todo esto lo conté en voz alta, en la pieza. hoy me cuesta seguir, me voy a tirar en la cama y desde ahi les voy a contar algunas cosas. quiero que sepan que son geniales y que les agradezco que esten. no me hagan demasiado caso, sobreactuo, no se olviden.

Nota sobre los supermercados chinos

Fui al supermercado chino, me encanta ir a ese supermercado chino; ponen una música estupenda. No soy drogadicto ni nada de eso, es más, nunca fumé marihuana, sin embargo tengo una percepción privilegiada. Es la verdad. me depara muchos placeres mi percepción.
Cuando llegué a casa me encontré un mail de mi hermano: adjuntaba una carta que papá le envió a mamá, tenía que ver con el conflicto del divorcio, las cosas legales. En la carta papá declaraba haber sido maltratado y también decía que él tenía una tendencia a calmarse, es más, siempre se calmaba, meditaba y nunca reaccionaba, eso decía la carta. yo me acuerdo de una vez en que papá nos tenía abrazados a mi hermana y a mi mientras mamá dispersaba por toda la casa la ropa y los papeles, había vaciado cajones y roperos y había tirado todo por toda la casa, era un desastre, como en esas películas argentinas sobre la dictadura, esas malas películas, si alguien revisara tu casa cuando no estas, en lugar de encontrarla desordenada al llegar, la encontrarías mas ordenada de lo que la dejaste, a lo mejor con un sutil indicio de que estas siendo vigilado, pero así es el cine argentino. Me acuerdo que ese día papá no reaccionó. Pero también me acuerdo que una noche se levantaba cada media hora a sacudir a mamá y a darle un que otro golpe, mamá se esforzaba mucho para no gritar. Durante el día habían disentido en algo. El pretexto de papá sería: vos me arruinaste el día, yo te arruino la noche. Se manejaron en esos términos, durante 25 largos años. Creo que esas cosas de las peleas modifican la percepción, algo así escuché.
Hoy disfruté muchísimo andar entre las góndolas del supermercado; la música, los colores de las frutas y de las conservas, el saludo de un chino, la china con el bebé. Todo eso me generó esa sensación de que algo va a pasar, de que algo inminente va a pasar o de que algo pasó y no pude retenerlo.

Otra nota desde la reposera

dejo el libro el viejo y el mar a un costado. me pongo a escribir esto en unos papelitos muy chiquitos, es poco lo que escribo sin embargo se me van papelitos y papelitos, estoy en una posición incomoda y la letra es grande y torpe. al libro lo dejé en la parte en que el viejo sueña con tigres que juegan como gatitos en playas africanas. al viejo le llega un viento de tierra pero sabe que es muy temprano todavía, a pesar de que le llega el viento de tierra no se levanta. tendría que levantarme de acá, tendría que ir a buscar mi saco. mi saco viejo de color uva, se los juro, está tirado sobre lo que fue la cama de papá. papá parecía el viejo de la odisea del espacio tirado en ese gran colchón para él solo. tendría que pararme e ir a buscar el abrigo se me está poniendo la piel de gallina, pero no quiero moverme de esta reposera, no quiero dejar de ver el pedazo de cielo que me tocó en gracia, es un trozo chico pero me basta para ver una golondrina posada en un cable y otros dos pájaros persiguiéndose, trinan.
tampoco quiero dejar de escribirles, no quiero dejar de estar con ustedes, no tengo ganas de quedarme solo en esta hora complicada, mágico pero complicado este atardecer de sábado. el barrio se volvió bastante silencioso. cuando yo era chico siempre estaban mis vecinas en la calle, siete hermanas que se lo pasaban en la calle, y eso era bueno porque en casa papá y mamá podían estar peleando o sin hablarse (solían pasar semanas sin hablarse entre ellos y de tanto hacerlo, la costumbre se trasladaba a nosotros), pero todo eso no importaba demasiado si las hermanas estaban en la calle. nunca estaban las siete juntas, pero siempre había por lo menos tres. me acuerdo de la vez en que buscaban una llave, justo a esta hora en que empiezan a encenderse los faroles de la calle. fue como una búsqueda del tesoro en la que participé. repito, tendría que moverme de acá, incluso se me están acabando los papelitos. y está bajando la temperatura, pero no quiero dejarlos. es más si tuviera una cámara le sacaría una foto a los pájaros y después le imprimiría un poema a la foto, no me importa que sea cursi, lo haría, se los juro. y se los regalaría. esta noche voy a transcribirles estas cosas, estas cosas escritas en estos papelitos no van a quedar para mi.

Nota sobre algo que estoy leyendo

¿Se acuerdan de que una vez les hablé de los atardeceres? ¿de que me parecía una hora mágica? bueno, hoy al mediodía leía un buen libro de Stephen King; corazones en Atlántida y encontré este párrafo: "ya era casi de noche, la parte del día que a Bobby mas le gustaba. Los coches llevaban las luces encendidas y desde algún lugar de Asher Avenue la señora Sigsby llamaba a sus hijos para la cena. A esa hora de la tarde -y también al amanecer, cuando Bobby estaba en el baño orinando y le daba en los ojos medio abiertos el sol que entraba por la pequeña ventana- tenía la sensación de formar parte de un sueño en la mente de otra persona" mientras se habla de esto, oscurece y Bobby el protagonista de esta historia esta sentado junto a un viejo que padece, creo, delirio de persecución. Están en el porche de una de esas estupendas casas norteamericanas, rodeadas de campo. El viejo está cruzado de piernas, sentado en una vieja silla desvencijada.
Hablando de atardeceres me acuerdo de uno de sábado. Papá paró el coche frente a la concesionaria de autos. Se quedó un rato como meditando, ahí al volante. Mientras mamá miraba adelante y no decía nada. Yo estaba colgado del asiento y alguna cosa le habré dicho a papá pero papá no me escuchaba, mamá dijo: no, no te escucha. Papá estaba raro, usaba esas frases molestas y grandilocuentes, esas que me provocaban vergüenza ajena. Estaba reconciliado con nosotros, ahora sé que estaba contento porque iba a ver a la secretaria de la concesionaria. Papá se puso los anteojos negros como bincha y bajó del coche. Podía verlo en la oficina charlando con la secretaria, porque la oficina era vidriada, sin embargo mamá no lo miraba. Pasaron muchas cosas entre mamá y papá, quiero decir cosas violentas que si uno las piensa son peores que cualquier infidelidad, sin embargo a mamá le molestaba eso. En verdad le molestaba que papá hablara con la secretaria, mamá se lo reprochó al llegar a casa y papá no abrió la boca. A mamá le dolía eso mucho más que las otras cosas. Y no es raro, tiene que ver con el hábito y esas cosas. Ahora creo que la entiendo un poco.
quiero pedirles disculpas si me fui por las ramas, la cosa era hablar de atardeceres. ahora está atardeciendo, las voces en la calle son insoportables hoy. me hacen temblar el pulso al escribir. escribo entrecortadamente. ahora aplauden en la calle, son apenas tres mujeres hablando en mi vereda, pero es algo insoportable. de verdad.

Nota sobre una película que no terminé de ver

Anoche me dormí viendo una película, una de esas clase b. a mi esas películas me dejan soñando, me provocan muchos, pero muchos sueños, a eso me refiero. No se porqué, si veo una gran película, una de esas que son pilares del cine, como las del padrino o taxi driver siento mucha satisfacción, claro, pero después no sueño. En cambio cuando veo una clase b como la que vi anoche, ahí me la paso soñando hasta que me despierto.
la película empezaba con un tipo rebotando por los bares, (perdón, la agarré empezada) el tipo iba de bar en bar, zigzagueando por las veredas de un escenario muy precario, casi teatral; les cuento algo, así percibo yo el mundo a veces, como el escenario precario de esa película, lo percibo así, sobre todo, los viernes a la noche, a veces voy con alguna chica, justamente buscando algún bar donde pasen música amena y la chica me habla y la verdad es que no la escucho, no es mala intención, simplemente no la puedo escuchar, aunque quiera. En momentos así me siento adentro de una película. La cosa es que creo que al tipo le pasaba lo mismo que a mí, creo que veía el mundo como un escenario precario armado para que uno lo ronde. Al final al tipo lo tiraban sobre una mesa de pool y le daban algunas trompadas. Le hinchaban el ojo, le partían el labio. En la siguiente escena el tipo estaba en la casa, había una nota de su mujer, el tipo sacó un pedazo de carne del congelador y se lo puso en el ojo. Fue a hacer pis. Y ahí vino el momento clave, la revelación; la iluminación. Mientras hacia pis mirando el retrete, por la claraboya le llegó el sonido de una trompeta, un sonido entrecortado, se trataba de un tipo que ensayaba, a lo mejor un principiante sin mucho pulmón, pero la cosa es que sin eso el protagonista no hubiera tenido la epifanía. El protagonista era un actor muy parecido a Nick nolte, pero no era Nick nolte. La cosa es que al escuchar esas notas, ahí en el baño oscuro, con un ojo morado; recién dejado por su esposa, decidió volverse una especie de monje urbano. La indumentaria del monje era una bata, un slip, y pantuflas. Así recorría el mundo,quiero decir su mundo, su pequeño ambito, un suburbio norteamericano. Fue a un autoservicio de gasolinera y compró un cartón de jugo y unos snacks, pagó. Me dormí un momento y cuando desperté él tomaba del cartón junto a una chica ciruja, tomaban y amanecía. Estaban en medio de un barrio muy tranquilo. Después volví a dormirme y ya no me desperté más. Me gustaría saber que fue de la vida de ese tipo, si se quedó o no con la muchacha, si la esposa volvió a molestarlo, si siguió con su doctrina que -creo- consistía en andar y nada más. Si alguna vez ven esa película y se enteran del titulo o de lo que pasó con el tipo, no dejen de avisarme.

Nota en la reposera

Están pasando algo de Dylan por ahí. De Bob Dylan, lo imagino subiendo a un vagón de carguero, de un tren en marcha, la adrenalina... el guarda saliendo de la caseta. No te va a alcanzar, Bob. Pero eso es parte de otro cuento.

Quiero una armónica, dame una armónica hermano. Tirado en este patio quisiera aprender a tocar la armónica. Y así sentirme en un rancho, en la galería de un rancho norteamericano, en una mecedora, una vieja hamaca desvencijada. Más allá los pastizales dorados. El sol de la tarde.
Pasame una armónica, hermano. Como dice mi amigo, "la armónica es un instrumento que emite sonidos del pasado". Que emite siempre una música vieja. Pasame una armónica, hermano. Sentame en una hamaca, en el porche de una casa derruida, casi abandonada del mundo. Olvidada del mundo si querés. Una vieja casa yanqui, cómo la de aquel capitulo de la dimensión desconocida. En ese capítulo había una casa derruida, como la que yo quiero. Y una mujer con su escopeta, en el porche. La mujer, sentada en la hamaca, veía pasar un desfile de soldados, era la época de la guerra norte-sur; la guerra de secesión. Era el final de esa guerra y la mujer veía pasar el desfile de soldados de un bando, o a lo mejor- como ya había terminado todo- ya se habían mezclado los bandos. Los soldados ahora eran tipos sin bando peregrinando todos juntos.
La mujer (que tenía los labios secos) veía el desfile y esperaba ver, entre los soldados, a su esposo.
Uno de los soldados se separó del grupo y entró en la casa sin pedir permiso, buscó agua en los frascos de la estantería. Pegó la boca a las canillas, pero nada. La mujer no dejaba de apuntar al soldado, que buscaba agua. Ella supuso que el soldado sediento estaba aturdido.
Pasame una armónica.
El soldado se persignó ante un retrato del esposo de la mujer. La mujer sintió que ya era viuda. El soldado volvió a las filas.
Al final la mujer supo que en el desfile no solamente se mezclaban yanquis y sureños, sino también vivos y muertos, y supo que no tenía más remedio que unirse al desfile. Mejor dicho a la marcha, a la larga marcha.

Escribo estas cosas en un tono bastante presuntuoso. Lo que más me acuerdo de ese capítulo es la música de armónica, la música de armónica que sonaba todo el tiempo. Una música estupenda que se te metía en el pecho (porque salía del pecho de los soldados y del pecho de la mujer que esperaba y del pecho soldado sediento que se persignaba). En fin, disculpen toda esta grandilocuencia.
No sé si conté bien la trama, vi ese capítulo hace muchos años. Mi vieja me mostró la dimensión desconocida. Hay cosas del capítulo que no supe transmitir, como la sensación de sueño que generaba y eso.
Pero como ya te dije, lo que necesito en este momento es una armónica. Aunque un montón de hojas (como estas en las que escribo) y una lapicera se parecen bastante a una armónica. Esta reposera a la silla de hamaca y esta casa a las casas olvidadas del mundo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Zaguan

Tarde de verano en un barrio porteño. Juan y Renata están parados frente a la doble puerta de un zaguán. Es la casa de la tía abuela de Renata. Los pájaros trinan. Renata saca una llave, se la pasa a Juan. Juan la pone en la cerradura, gira haciendo el minimo ruido, y la puerta se abre. Juan está cumpliendo un sueño de su infancia. Ve la vegetación del zaguán, las plantas que cuelgan; siente la frescura, el aire húmedo. mira a Renata.
Entran. Con mucho cuidado arriman la puerta hasta dejarla casi cerrada. Renata mira la hilera de hormigas. Renata y Juan se sientan contra la pared y Renata hace un gesto interrogativo. Nada, responde Juan en voz baja. Eso era todo: Sentarse ahí, a esperar que se termine la tarde. Comer algunos sándwiches, tomar agua fresca. De a ratos les llega la voz de un conductor radial. Por momentos el silencio es completo. Afuera el calor es agobiante, pero en el zaguán se respira aire fresco y húmedo.
Renata busca alguna vaquita de san Antonio y la encuentra posada en una hoja de malvón.
Renata logra atrapar una vaquita de san Antonio, la guarda en un frasco durante un momento, después la devuelve a la hoja de malvón.
Escuchan los pasos de una vieja, que se arrastran y se esconden detrás de una maceta. Juan había estado en zaguanes, Renata también. Pero los zaguanes que conocían pertenecían a escuelas, a clínicas odontológicas. Esto era diferente, el zaguán de una casa de anciana, de una casa de viuda. El problema fue la alergia de Renata. Estornudo y tuvieron que salir corriendo. Voy a llamar a la policía, gritó la anciana.
Renata y Juan corrieron hasta la estación de caballito. subieron al tren. Atardecía. Bajaron en paso del rey, compraron un cuaderno y dos lapiceras: una verde la otra lila. En la plaza de paso del rey escribieron acerca del zaguán.
Que hermosamente aburrido fue estar en ese zaguán, nunca en mi vida me había aburrido tanto, escribió Renata. Quisiera ser un bichito de esos, quisiera vivir en el zaguán de una casa de vieja, sobre una hoja de potus, ese es para mi el paraíso, mi paraíso personal. Juan sonrió. La miró y sonrió.
Gracias, Juan. Gracias a vos, Renata.
Pasé la tarde mas linda de mi vida.
En la plaza algunos ancianos jugaban al ajedrez. Llegó la noche.
Renata miró su celular. El mensaje decía: con papá nos vamos a la fiesta. Venís?
No puedo. Juan tiene que estudiar y quiero ayudarlo, respondió Renata.


Renata se puso el vestido color té. Bailó un poco como una muñeca de cajita musical. Juan sonrió desde la cama.
¿No hay papel de seda? porque quiero escribirte un poema, dijo Juan.
Ella sonrió y se recostó junto a él. Podía dormirse sobre el cuerpo de él. Era tan liviana, pesaba 45 kilos. En el terreno frente a la casa de Renata se encendieron las luces. Juan miró el reloj, eran las diez y media. Al rato empezaron a jugar al futbol en el terreno. A Juan le molestó la forma de respirar de uno de los jugadores. Las inhalaciones y exhalaciones de uno de los jugadores, se escuchaban hasta la habitación de Renata. Con mucho cuidado, Juan apartó a Renata. Ella sonrió. Los sueños de Renata eran tan tranquilos. Juan también sonrió. ¿Se trataba de un caballo blanco con la crin al viento en un paisaje acuoso?. Renata siempre le contaba los sueños a Juan. "Si supiera componer-decía-.Siempre mis sueños son con música. a veces salto tan alto que toco la luna. otras veces estoy sentada sobre una piedra, como esas mujeres celtas de las tarjetas."
Juan se puso las medias, con cuidado corrió la ventana. Muy suavemente. Calculó un poco. Después bajó las escaleras, salió al patio. Del montón de piedras tomó la más pesada y sólida. Volvió a la habitación. Miró a Renata. Después arrojó con toda la fuerza, la piedra por la ventana. Escuchó los gritos en el terreno, pero Renata no escuchó nada, seguía con sus sueños de bailarina. A lo mejor soñaba con la hermosa tarde en el zaguán, con una vaquita de san Antonio.