sábado, 4 de septiembre de 2010

Tipos contra la pared (cuentos del matrimonio x)

Silvia se cansó de los muchachos en la puerta. Se apoyaban contra la pared a esperar a las vecinas. ¿Por qué no iban al frente de la casas de ellas? Una tarde Silvia tuvo que pasar sobre uno de los muchachos. Algunos eran amables, hasta la ayudaban con las bolsas de los mandados, pero el muchacho ese no se movió de la puerta, Silvia le dejó la marca de la zapatilla en la remera blanca. ¿Qué hacés, loca? Dijo el muchacho. Silvia se puso algo nerviosa y recurrió al botiquín. Cuando edgardo volvió del trabajo los muchachos de la puerta ya no estaban.
Martín estaba en tercer grado, repuntando. El año anterior había sido malo para el chico. Había estado todo el año a cargo de la tía y la tía estaba en un año revulsivo. En lugar de llevarlo a la escuela lo llevaba con ella al gimnasio. En el gimnasio a todos les gustaba que fuera Martín. Le preparaban enormes vasos de chocolatada bien cargada. Cuando Silvia se enteró de la situación abandonó el trabajo y se dedicó a las cosas de la casa: las compras, la comida, de llevar a martín a la escuela. A martín le costaba despegarse de la madre y entrar a la escuela. De eso hablaban Silvia y Edgardo.
Al día siguiente Silvia volvió con Martín de la escuela. El muchacho del día anterior estaba debajo de la ventana. Esta vez ninguno se corrió. Martín miró los ojos de su madre y gritó. De a poco se fueron levantando todos, menos el muchacho del día anterior.
Silvia buscó la botella de lavandina y vertió el contenido por la ventana. ¡Basta!
El muchacho gritaba que tenían que pagarle la remera. Silvia se tapó la cara.
Cuando Edgardo volvió del banco Silvia no había podido calmarse y el chico vomitaba en el bidet. A la mañana estaba bien, ¿Qué le pasaba ahora? ¿Por qué no había paz después del trabajo? Ella le contó todo. La mujer y el chico se acercaron a la ventana. el hombre con un fierro en la mano de un lado, el muchacho con la remera quemada del otro. No se decían nada.

Por la noche el padre de las chicas de al lado habló con Edgardo en la puerta de la casa. Edgardo dijo que él se tomaba las cosas de una manera, pero Silvia de otra. y que Martín había vomitado. Omar entendía, siete hijas lo habían hecho un experto. Era una pena que por un torpe que se la daba de áspero se arruinara la tranquilidad de una casa, pero cosas así pasaban seguido. Omar trataba con tipos como el de la remera quemada.
Esa noche Silvia y Edgardo volvieron a dormir juntos después de algunas semanas. Martín aprovechó para levantar la cortina de su pieza y mirar las estrellas que se veían entre la copa del tilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario