jueves, 7 de junio de 2012

VISITA A LOS PADRES Después de 43 minutos de viaje en colectivo y 28 de caminata por los barrios, Jimena llegó a la casa de su papá. Hubo un misterio con el piano que sonaba sin que nadie lo tocara, Jimena había pensado: está embrujado, hasta que lo abrió y descubrió a las cucarachas en las cuerdas... pero eso había sido siete años atrás, justo antes de las vacaciones en la casa rodante. Anduvieron por rutas, padre e hijo alternando el volante. A veces paraban en camping, y salían a caminar bajo las estrellas, por la banquina de alguna ruta. Una forma de hacer la digestión. En una de esas caminatas el hermano de Jimena notó algo raro en una zanja. Fue, y vio un cuerpo boca abajo..., el chico lo volteó; el padre dijo: "No lo toques", y él respondió: "Tarde, ya le saqué la bolsa de la cara, boludo..." Nunca había visto una chica tan hermosa. Un mechón de pelo entre nariz y boca emulaba un bigote. Gracioso. El padre, que miraba al hijo con la chica, sintió tristeza. Como de la nada apareció la policía; los detuvieron, los acusaron y los metieron siete años en la carcel. Ahora estaban de vuelta. Jimena veía a su padre por la ventana del patio, con una vara el hombre azotaba al doberman que estaba atado al árbol. - Cuando baja el sol se dedica a eso- dijo el hermano de Jimena. - Todavía no baja el sol- dijo Jimena. - A veces me pide que lo haga yo, mientras el hace otras cosas. - Le encantaban los animales. Los perros, los gatos. ¿Qué le pasó? El piano empezó a sonar de nuevo... las cucarachas. - La pasamos mal, Jimena. - No seas mentiroso. Tenían metegol y televisión... - Pero había peleas de cuchillos… - Cuchillitos de plástico, tarado… cuando era chiquita, con Johana nos peleábamos con esos cuchillos, nos hacíamos rasponcitos. NOCHE Nicolás se sacó la camisa color uva, se lavó la cara y se miró al espejo. No tenía ojeras. Mojó un pañuelo descartable y se frotó la mancha del pantalón. Cuando escuchó la puerta de la calle salió del baño, apagó todas las luces y se acostó. Jimena entró a la pieza ¿Cómo estuvo el aquelarre?, pensó Nicolás. Con el rabillo del ojo vio a Jimena desnudarse sin el menor erotismo. Ella se acostó, tiró de la colcha... "Dame acá, te crees que no se que te hacés el dormido." Un rato después ella dormía. Nicolás usando el meñique y el pulgar como pinzas la destapó y la miró. Siempre te la estás emprendiendo con vos mismo... La vibración de la cama hizo que ella despertara. Giró el cuello: - ¿Qué hacés? ¿Qué mierda estás haciendo? Saltó de la cama y se metió al baño. ¡Estás totalmente enfermo!, grito desde el bidet. - Pero... si no te toqué. - ¡Con más razón! Ella volvió a la cama. - Pobre de vos que te agarre haciendo eso otra vez. Nicolás se levantó, para cubrirse del frío se puso una campera..., agarró la Biblia, entró al baño y cerró la puerta. Bajó la tapa y se sentó en el inodoro. Tres cosas pasaron esa noche: 1) Leyó y leyó, lo imaginó todo: Una noche profunda de luna llena en Sodoma, los habitantes corriendo desesperados por las calles empedradas, chocando contra las carretas, jarros de leche cayendo al suelo, leche mezclada con sangre... después escuchó con claridad la voz de Jesús diagnosticando posesión múltiple al hombre que se paseaba desnudo por el cementerio. Fue una lectura plena y vívida. 2) Pensó en lo que había pasado con Jimena, sobre todo en ella levantándose y caminando desnuda hasta el baño; en el camino se había pasado la mano por el culo y había puesto cara de repulsión. Evocó esa imagen varias veces. 3) Se durmió y soñó que viajaba en tren. Sentado, mirando el paisaje que daba saltos como un disco rayado, en un momento una mujer del altiplano se sentó al lado, con un bebé... el tren pasó de vacío a lleno, por la ventanilla se veía un show de fuegos artificiales. ¿Fin de año? Antes de fin de año tenés que escaparte... El bebé eructó fuerte y vomitó sobre el pantalón de Nicolás. Cuando Jimena abrió la puerta, él leía..., o dormía, o se tocaba. Levantó la cabeza. Ella le señaló la mancha en el pantalón y se fue. - Me... vomitó un bebé... Nicolás recordó que no iría a trabajar, lo esperaba una misa de iglesia universal; se frotó las manos. Sonrió al espejo y agradeció a Dios... muchos pajaritos cantaron en la pálida madrugada. Desde un telefono público llamó a la escuela: "Tengo que llevar a mi esposa al ginecologo", dijo. En la iglesia universal recuperó el sueño despuntando una siesta en un rincón oscuro y cálido..., el pastór cerró unas cortinas, lo dejó dormir mientras hacía los preparativos para la misa del mediodía.

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