viernes, 25 de marzo de 2011

Estela


Una noche de verano, mamá dormía en mi pieza. Después de pelear duro (duro) con papá. Dormía es un decir. No se si saben como queda uno después de tanta tensión. Yo si lo se. Dormir es algo que no se puede después de un momento así. La única que queda es mirar el techo y esperar que pase la eclosión. Claro que esta paciencia la adquirí ahora. Mamá estaría acostada cuando escuchó que en la calle se abría la puerta de un coche. Estela- nuestra vecina- cayó sobre el césped. La traían dos tipos. La mujer estaba muy borracha y no paraba de reírse. Los dos tipos eran desconocidos, primera y última aparición que hacían en el barrio. Pisaron el acelerador y se fueron. Salió a juntarla el marido. Mamá disfrutó mucho la escena. Por muchas cosas: una de ellas es que el marido de estela no era un buen tipo, otra por ver que la nuestra no era la única familia caótica. Era una escena digna de verse. La mujer riéndose, el marido intentando levantarla.
Al tiempo, con un amigo vimos una película de tinto Brass. Teníamos trece años y una película de tinto Brass era mucho. Dos tipos dejaban a una mujer borracha en su casa, el marido se acercaba pero ella lo rechazaba e iba al bidet. El marido la había perdido en una apuesta. Por una noche su mujer fue de otros. Aparecieron flashes de lo que había pasado entre la mujer y los dos tipos.
Viendo la escena me acordé del pasto, del rocío, de mamá pegada a la ventana chistándonos. Estela la hizo sentir un poco mejor a mamá, cosas así hacen que uno se sienta un poco mejor. ¿Que se puede hacer?

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