lunes, 4 de enero de 2010

Cidudad de sombras (volumen 1: La gata)

Mi hermano Jorge escribe historietas. Pero las guarda bajo llave. Mis otros hermanos no hacen esfuerzo por abrir la caja que está en su habitación.
Después de varios meses de encierro, Jorge salió. Yo no sabía a que hora iba a volver. Estuvo todo el día moviendo fumando y moviendo la pierna. Franco, mi hermano menor, siempre le compra los cigarrillos; como propina Jorge le regala una tarjeta con elfos mirando el cielo, o un pase de cartón para la calesita.
A veces voy al baño en la madrugada y encuentro a Jorge fumando en el descanso de la escalera, mira el techo como si fuera un cielo estrellado.
Aprovechando su ausencia, me metí en la habitación. Me hubiera gustado tener cloroformo para dormir a Franco, que no se cansaba de hacer percusión en la puerta. Abrí el mueble con una ganzúa que fabricó Lucas, mi otro hermano. Me encandiló una linterna que estaba prendida dentro del mueble. Iluminé el cuarto: Pilas de revistas Atalaya recortadas, Selecciones de colección, libros de Verne condensados, toneladas de tarjetas celtas y fajos de pases para calesita. No había otra luz que la linterna, apunté a la historieta y me puse a leer...

Orlando, el alter ego de Jorge, un tipo de pelo ondulado y camisa, discutía con una mujer hermosa. A ella se le marcaban los pezones en el camisón y el pelo húmedo se le pegaba a la frente. Hacia calor en esa sala de hospicio. “una fuerza nos impedía estar juntos, algo ajeno a nosotros” decía la nota recuadrada sobre el dibujo.

- ¿Por que viniste?- preguntó la chica ( creo que Jorge se basaba en Nadia, una chica que estaba con él y de un día para el otro…)
- Soñé- respondió Orlando, sombrío.- Todo termina hoy.
Para bien o para mal, pensó.
- Con Ignacio tengo suficientes visitas.
- ¿Ningún otro viene a visitarte, algún amigo?
- ja ja ja- Tenía los ojos desorbitados, gotitas de transpiración en la frente.- ¿desde cuando tenemos amigos nosotros dos?

La puerta se abrió. Bajo el umbral apareció Ignacio, alto y flaco, de pelo ensortijado.
- ¿Qué hacés acá?- dijo.
Venís a darle el golpe de gracia, hijo de puta.
- Te espero abajo- dijo Orlando al muchacho que apretaba los dientes.
- ¡Orlando!- gritó Nadia. Él se detuvo, no se dio vuelta.

En el patio del hospicio, Orlando bebió un líquido violeta, lo único que tenía color en aquel lugar. (La conciencia de Orlando desaparecía cada día durante cuarenta minutos a menos que tomara aquel líquido)
La botella vacía cayó a los pies de Ignacio que aparecía en el patio.
- ¿Por qué seguís torturándola?- preguntó Ignacio.
- Vine para ayudarlos. Ella va a saltar hoy. Cuando caiga la tarde. Tenemos que vigilarla.
- Otro de tus sueños macabros.
Voy a romperte hasta el subconsciente.
- Hagamos guardia. No es momento para nuestros asuntos.

Orlando se ubicó frente a la ventana del cuarto de Nadia, Ignacio frente a la del baño, en el patio trasero, veía la enredadera recorriendo la pared hasta la alta ventana de la habitación de la chica.

- ¡Orlando!- gritó Ignacio desde su puesto- ¡no, hermana, por el amor de Dios!
Orlando corrió al patio trasero. Ella estaba en la terraza.
Cuando vio a Ignacio y Orlando juntos, dio media vuelta y corrió hacia el patio delantero. Empezó la carrera, ellos por pasto y malezas, ella por la superficie llana de la terraza. Ignacio tropezó con una raíz y dio una zancada no intencional a Orlando, ambos en el piso. La chica abrió los brazos en el cielo. ¡¡¡¡noooooooo!!!!!! Gritó Ignacio, Orlando expectante.
Antes de estrellarse contra el piso, ella se convirtió en gato. Un gato oscuro con una mancha clara bajo el cuello.
- ¡Hermana!- dijo Ignacio. La gata maulló. Él lloró.
Orlando tomó a la gata. “El hechizo se rompió”
- Voy a llevarla conmigo- dijo Orlando.
- Te la encargo- Ignacio quedó sentado en la hierba, lágrimas en las mejillas.
Con el gato en brazos, sin darse vuelta, Orlando despidió a Ignacio.

Más tarde; en el departamento de Orlando:
La gata tomaba leche en el alféizar de la ventana, Orlando y ella echaban un vistazo a la ciudad: gente entraba y salía del cine, un conductor sacó el torso por la ventanilla e insultó a un taxista que mostró un puño, una pareja entraba en el callejón sin salida, unos muchachitos aprovechaban la caida de un repartidor de pizzas para conseguirse la cena.

- ¿Que te parece si hacemos sombras chinescas?- preguntó Orlando. La gata maulló y sonrió.
FIN

Escuché el ruido de la entrada, guardé las historietas, cerré el mueble y salí. Antes, me guardé dos pases de calesita.
- Le voy a contar- dijo Franco. Le di las entradas y se fue a su pieza.
¡¡¡La linterna!!! Volví a entrar. Por accidente iluminé el tejado, había una gata, me acerqué a la ventana, ella se lamía una pata, Jorge estaba detrás de mí.

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