martes, 2 de febrero de 2010

Una mano terrible

Esa noche, Esteban ganó sesenta y tres fichas en la cascada. Podría haberle dicho:
Las usamos en el flipper. Pero el Yin Yan está abierto las veinticuatro horas y yo en una quería estar en la cama. Así que lo dejé que las pierda todas en la cascada, menos tres que me quedé yo para jugar a uno de Cadillacs y dinosaurios. Mientras jugaba lo vi a Marcos, usaba equipo de entrenamiento.
Marcos miró a Esteban de refilón después me palmeó la espalda y se fue. Sin jugar. Apenas lo saludé, estaba en un nivel difícil.
Marcos estaba por debutar en primera, ya tenía un 307 en vista y todo. Pero una o dos semanas antes se armó un picado en el terreno pegado a la casa de Esteban y Esteban le rompió los ligamentos a Marcos. Igual, aunque suene raro, Marcos no puede quejarse.
Todos le dijimos; “no jugués”. A él se le ocurrió llamar a Esteban, insistió porque Esteban no quería. También le dijimos jugá abajo o al arco, pero jugó de diez, marcó el ritmo y para sacarte la pelota te hinchaba los talones. Por último, Esteban se tapó la cara y lloró. Claro, por los gritos sabíamos que la lesión era seria.
Jugadas las fichas nos fuimos.
En casa le mostré a Esteban la carta de Paula.
– Leela en vertical, le dije. Mientras, ponía Pepsi en las copas largas. Mis viejos estaban en casa de unos parientes en bragado y la casa estaba vacía.
– ¿Cómo, en vertical?
Le expliqué y al minuto se dio un cachetazo en la frente.
- No puede ser,- dijo- ya con esto alcanza.
Paula, mi ex novia, había escrito una carta (creo que era un ejercicio que le había dado el psicólogo) en la que cada frase empezaba con: “No quiero más”. La carta duraba como siete hojas. Nunca la terminé.
- ¿Sabés lo que me pasa?- dijo Esteban- Me pasa como en las películas cuando el actor lee una carta y escucha la voz de la que escribe.
A mi me pasaba lo mismo.
- y encima es como que cada vez va sonando más fuerte.
Hizo fondo blanco con la copa de Pepsi. Mientras lavaba las copas le conté sobre Paula. Pero me estaba gastando para nada porque cuando levanté la cabeza, Esteban estaba en el patio jugando con Loba.
- Perra loca, perra putanga- le decía. Después le cantó “Thank you for loving me” de Bon Jovi, y la cantó integra. Se embolsó quinotos en la remera y volvió a entrar.
- Voy al baño- me dijo. Desde el baño me habló:
- Sabés que hoy me dieron una tremenda patada en la panza.
Cuando salió, se torció y escupió un chorro de sangre. Juro que sentí un bombazo en el pecho, las piernas se me aflojaron como si hubiera corrido tres horas.
Él estaba apoyado contra la pared, me acerqué, miré el suelo. Lo miré a él, tenía los labios rojos. Entonces largó la carcajada.
-¿Qué hacés?- le dije. Un cepillo de dientes estaba rojo.- ¿Usaste el de mi vieja?
- No tengo gangrena en los dientes.
- Pero… No se comparten…
Sos insufrible.
Le preparé un colchón. Vimos una de vampiros subterráneos. El dijo algunas cosas que le gustaría hacer con la actriz de pelo negro y ojos azules. Cosas imposibles de llevar a la práctica. Después se durmió. Eso creí. Me relajé. Me estaba durmiendo cuando sentí que me soplaban la nariz. Di vueltas haciendo arcadas por toda la pieza mientras el se reía y se ventilaba.
Cuando apagamos la luz volví a hablarle de Paula y ahí se durmió enserio. No era tan buen actor. Me hubiera gustado vengarme pero no me daba el ánimo.
Imaginé que charlaba con Paula, primero me puse tenso hasta que arreglamos un viaje a la playa, nos subimos al micro y salimos a la ruta, fue como contar ovejas, creo.
Conozco amigos que durmieron a otros de una piña, conozco a otros que durmieron después de recibir una piña, pero hasta esa noche no conocía a nadie que haya despertado a otro con una piña ni tampoco nadie que se haya despertado por una piña. Es terrible, lo juro. ¿Nunca despertaron con la sensación de caerse a un pozo? Multiplíquenla por mil, por un millón, por un billón. Quedé acurrucado en un rincón, temblando.
Facundo volvía como zombi a su cama. Esperé que se acueste y lo desperté.
- Me metiste una mano terrible- le dije. Casi me pongo a llorar.
- ¿Yo? ¿eh? ¡uh! Mirá como te dejó.
En la cocina sacó un churrasco del freezer. Me lo puso en el pómulo.
Por la ventana vi que amanecía, de paso me saqué el churrasco y miré mi reflejo, el moretón era grande de verdad. Esteban comía quinotos y me miraba. Sentí ganas de llorar. No se.
- A vos te tiene mal lo de Paula todavía- dijo y se me acercó.

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