sábado, 26 de febrero de 2011

Reunión

Ortega: Lo de la reunión me lo contó Germán, cuando me lo encontré el otro día.
Victor: Bueno, contame. yo no pude ir, cosas de mi novia.
Ortega: Germán tampoco fue, pero a él se lo contó lucho. el tipo está viviendo en capital.
Victor: ¿Quién?
Ortega: Germán, sin embargo se hace el momento, dos veces por semana se viene hasta Moreno. Al bar de Ricaño. Para no dejar de hacerlo alquila película en lo del vibora. Que todavía tiene en vhs y como no quiere pagar recargo se obliga a venir.
Victor: ¿El vibora le cobra? Es un hijo de puta, no nos puede seguir cobrando.
¿jugamos un metegol?


Ortega:Se hizo el viernes a la noche… Se pusieron dos mesas pegadas a la barra, el gordo cada vez quiere moverse menos. Tiene el regulador de luces abajo del mostrador y estaba regulando las luces cuando entró lucho. Lucho no maneja, Lucía, su mujer estaba maniobrando para estacionar.
Victor: ¿tanto para estacionar un fitito en la calle de Ricaño?
Ortega: Ahora está mas transitado todo. La cosa es que el gordo jugaba con las luces, las subía, las bajaba. Cuando entró lucho se iba el último cliente. El gordo le tiró las llaves y le dijo: ¡cerra!. Y lucho: pará que mi mujer está estacionando.
Eduardo, que ya estaba en la mesa con Carla se cagó de risa. ¿maneja ella? ¿Sí, que esperabas?. Y ahí lucho se puso a explicar lo del maltrato. Resulta que como fue maltratado de chico, ahora no puede asumir demasiadas responsabilidades. lo estresan. Es como un síndrome o algo así; algo que está metido en los genes del hombre desde la época del neandertal. Así que manejar es una cosa que a lucho lo estresa.
Victor: ¿y porque el gordo ricaño está tan postrado?
Ortega: ¿Tan postrado? ¡ah! Porque de pendejo tuvo la polio. Estuvo bien cuidado; el padre del gordo era un fenómeno. Murió joven, pero era buen tipo y le dio el mejor tratamiento. Pero mucho no había en esa época.
Para corroborar lo del maltrato lucho se levantó la camisa y mostró algunas cicatrices. Cuando entró Lucía, lucho se paró y le cedió la silla. “Porque una cosa es que conducir me destruya los nervios del estómago. Y otra es el roll”

Ortega: "Se pusieron a hablar del trabajo:
“Lo estoy consiguiendo, dijo Eduardo, quiero que me feliciten, estoy ganando plata con la confección de tarjetas.” Lucía le dio la mano. Carla le pasó la mano por la espalda. – Y de a poco voy dejando las horas a algunos suplentes.
Queremos ver algo”, dijo ricaño, que seguía regulando las luces. El gordo siempre sabe cuando va a llover. Dicen que mostró una tarjeta, algo de lo más común y corriente: amantes en el mediterraneo, un poema cursi estampado, en letras con relieve y brillantina. Nada que no se consiga en el tren. Pero es la pasión del tipo, desde chico que quiere hacer eso. Un día me acuerdo que encontramos una tarjeta en el piso de la mercería de la vieja del gordo. Nadie se quiso hacer cargo de la autoría. Se lo atribuimos a alguna mina. Pero volviendo a lo del viernes, Eduardo dijo:
-los alumnos me apodan el androide.
-Y vos sabés que a él le importa mucho lo que digan. Siempre fue así. La ex novia hizo un comentario por Internet menospreciando el arte de confeccionar tarjetas y a él lo hirió. Estuvo un mes sin confeccionar una sola.
-Ya de chiquito viajabas en el tren- dijo ricaño- con algunas monedas que me pedías a mi y te volvías cargado de tarjetas.
Ya te rompí bien el ojete. no quiero jugar más."
Victor: ¿Vamos a sentarnos abajo del ombú?
Ortega: Excelente idea. Los chicos ya no juegan en las ramas del ombú, están todo el día como pelotudos con las compurtadoras.
Victor: Con mi vieja venía todos los domingos. a veces se formaban laguitos como ese, y me ponía a nadar. da pena ver ese laguito sin nadie.

Ortega: "También hablaron de Dios, o algo así:
Eduardo dijo que Lucas, el que tenía la óptica ambulante, había ido a predicarle.
-¿Cómo mormón o evangelista?- preguntó lucho.
-Mormón.
-Nada que ver- dijo Carla- era testigo de Jehová y vos te hacés el tonto. Sabés bien como son los. Las testigos.
-Siempre los veo pasar por acá- dice ricaño- trajeaditos, las mujeres de colores.
-Son todo una pintura- dice lucho.
-Es tres de enero y andan a las cuatro de la tarde- dice Eduardo.
-El olor a pie que deben tener esas chicas- dice carla. Lucía se rió.- a Eduardo le gusta una predicadora.
-No es eso, carlita, es que los dibujos de las atalayas son una gran influencia para mi arte.
-Y le das cincuenta centavos por revista. Sos de lo más miserable.
-El otro día vimos al hermano de lucía- dice lucho. – en la boca del subte, estaba rodeado de cosas: objetos, una radio, una lata, cubiertos, formaban un circulo y el meditaba en el centro. Hecho un ciruja.
-Puro snob- dijo lucía- no hay nada más lejano del budismo que ser budista en Argentina. Es algo forzado.
¿Y viste que el bar está conectado por una puerta a la mercería de Esther? (no, yo nunca entré a la mercería).De pronto vieron que la luz de la mercería se encendía.
-¿mamá?- dijo ricaño. Eduardo y carla se pararon. Estaban dispuesto a llevar a la viejita a la cama. Pero la luz se apagó.
¿vos sabés como nos curaba el empacho Esther cuando eramos chicos? Sugestión o no, vos entrabas vomitando y salías riendote. Y la sopa de verdura que hacían todos los mediodías los padres del gordo, cuando estaban a cargo del bar. Nos escapabamos de la escuela para tomar sopa. Bueno… en fin. Carla y Eduardo fueron para la mercería.
-no hay nadie- dijeron. Y al rato se escuchó el tango bajito desde la pieza de Esther."

Ortega: "Y entre el alcohol y que se largó a llover… salió la cosa del amor:
-Siempre cuando tenés problemas de riñones te abren una canilla y te meas.- dijo Carla, la lluvia golpeaba las ventanas- ¿me acompañas?-. le dijo a lucía. Fueron para el baño.
-¿hablarán de otros tipos?- dijo lucho.
-La cosa es que duerme con vos.- dijo ricaño.
-¿sabés como se enamoró carla de mi?- dijo Eduardo- El otro día se lo pregunté. No se enamoró porque le hablé de Sartre.
-Vos nunca lo leiste.- dijo lucho- me acuerdo que una vez inventaste un libro del tipo. Era una cosa de detectives, de intrigas.
-Sí, a ella también le inventé un par de libros. Pero ni la conmovió. Dice que lo que la enamoró es que yo, en un momento, me haya inclinado para sacarle un chicle del zapato. Le gustó eso, yo le inventé cosas de Borges, de Cortéz.
-Cortázar.
-Ese, todo eso y a ella la enamoró que yo le haya despegado un chicle del zapato. ¿no es increíble? Digan algo.
Escuchaban vagamente las voces desde el baño. Lucía dijo: “yo lo hago sentír un rey y el a mi una reina, es simple.”
Cuando volvieron las chicas, ricaño confesó que le reventaba la vejiga. Lo acompañaron y dice Germán que dijo lucho que no era mito.
-¿que carajo tenés ahí?- gritó Eduardo- pensé que iba a humillarte trayendote al baño, pero el humillado soy yo.
Eso dijo Eduardo."

Ortega: "vos sabés que amaneciendo la borrachera se va un poco, despues de orinar y eso, pero queda el delirio de las horas que se van acumulando.
Se pusieron a hablar de algo relacionado con la muerte. amanecía pero ellos ni cuenta porque llovía y estaba oscuro:
- Eduardo- contó Carla - cuando era chico. Cuando tenía siete u ocho años hacía incursiones a la velatoria. en un saloncito que está a la derecha de la misma sala velatoria había un cuaderno, algo así como un libro de quejas, en los que uno podía dejar un mensaje para el muerto, para el que estaban velando. entonces Eduardo se metía y escribía (tenía seis años y escribía oraciones enteras). Escribía una frase que expresaba las emociones de los parientes o de las personas que habían amado al muerto. hizo eso hasta que Omar lo cazó de una oreja y lo llevó a su casa. fue durante el velorio de una maestra de quinto grado. la mamá de Eduardo le preguntó a Omar si Eduardo había escrito algo ofensivo, pero Omar no le respondió. A los pocos días se aparece Omar con el pedazo de papel recortado: Esto escribió su hijo, dijo Omar:
-hasta siempre, te vamos a extrañar, estrellita nuestra.
- Ya desde chico tenía talento para la poesía de tarjeta.- dijo Lucía.
- No conocía esa historia- dijo lucho.
- El velorio estaba lleno de ex alumnos de la maestra, tipos casados, con hijos. y ninguno escribió nada. Alguno dijo: El hombre que hace la letra de nene lo dijo todo."
Victor: ¿Como es eso de que perdieron el fitito?
Ortega: Se lo llevó la corriente. Eduardo se asomó por la ventana y vio al fitito flotando. empezó a irse para el lado del río. salieron y el agua les llegaba por las rodillas. Lucho se puso a nadar, en un momento tuvo que agarrarse de la rama de un sauce para no irse por una alcantarilla. Eduardo trató de darle arranque a su coche, pero no hubo caso. así que Lucía agarró una bicicleta, que habia dejado un borracho cliente del bar, y pedaleó. no se que pretendían. el fitito siguió viaje quien sabe hasta donde. ellos lo siguieron hasta la cochería. terminaron todos agarrados de un arbol para no irse con el fitito.
Victor: ¿y la bici del viejo?
Ortega: Se fue a la mierda, acompañó al fitito. al final ricaño y Carla, con la traffic fueron a buscar a los otros tres que estaban agarrados del árbol.
Victor: Es una paradoja. una metafora sobre el tiempo.
Ortega: ¿Que cosa? No, no. Es real. Pasó eso.
Tuvieron que quedarse a dormir en una pieza de la casona y a la mañana ricaño les llevó un plato de sopa de verdura, pero dicen que la sopa ya no es la misma. doña esther ya no cocina como antes. se quedaron mirando las sopas, tenían miedo de que tuviese algún veneno en vez de sal, viste como son las viejas.
Victor: Vamos a devolver los envases. Mañana laburo de mañana.
Ortega: ¿Seguís en Massalin?
Victor: Sí, llueva o truene voy en bicicleta costeando el río.

Una semana después:
Victor: ¿Sabés que vi el fitito?
Ortega: ¿Por que no notificaste?
Victor: Es que fue algo muy raro lo que pasó. Pero desde lejos vi a los pibes que jugaban adentro y saltaban sobre el capó y el techo y los vi identicos a nosotros cuando eramos chicos. Es más, había uno en silla de ruedas que alumbraba con una linterna y daba instrucciones; y me hizo acordar al gordo.





Mientras tanto unos chicos jugaban en el fitito a orillas del río.

jueves, 24 de febrero de 2011

La ribera

Todos dicen lo mismo, o si no lo dicen lo piensan: tarde o temprano iba a terminar así, y después preguntan-lo veo en sus miradas- ¿porque no le pediste que acabara de una vez con esas caminatas? ¿Porque nunca le dijiste que las hiciera sin el reloj? ¿Porque nunca le sugeriste que cambiara el recorrido?
Todos- absolutamente todos- los días mi hermano hacía una larga caminata, salía de su casa a medianoche y volvía cerca de las cuatro de la madrugada. ¿Que quería demostrar? ¿A donde quería llegar? ¿Que buscaba? creo que escribo esto (en los intervalos de la pintura) para encontrar una respuesta. Su recorrido era el siguiente: pasaba por lo de Daniel el terrible; una concesionaria de autos usados; a veces después de pelear con la esposa, Daniel se iba a dormir a su oficina vidriada y desde ahí lo veía pasar a mi hermano. Eso cuenta.
Después pasaba por el gimnasio, los jueves y viernes los boxeadores de alto rendimiento entrenaban hasta pasada la medianoche, se tomaban un descanso para saludar e intercambiar algún: "noche helada" o "que calor está haciendo" con mi hermano.
Un poco más allá estaba la funeraria. Debés en cuando había un servicio, y entonces Omar (el empleado) salía a fumar a la calle: "sobredosis", "infarto, hay que andar más tranquilo", "accidente", "todavía investigan". Cosas así le decía Omar a mi hermano, pero mi hermano no detenía el paso. Un paso lento pero implacable. El recorrido incluía el puente que pasa sobre el río, veía coches estacionados en la ribera y se preguntaba ¿para que tan lejos? ¿Porque no paraban en cualquier calle? nadie diría nada ¿a quien puede molestar una pareja haciendo el amor?
Un día mi hermano apareció flotando en ese río. Nada de otro mundo: no tenía el reloj, se lo habían robado.
Ahora quiero contarte/ contarme, un episodio -a lo mejor insignificante- sobre mi hermano:

El embarazo (la perdida de calcio que este genera), el cigarrillo, los analgésicos, los dulces, el descuido; habían picado, hasta el hartazgo, los dientes de mamá. Así que cada miércoles con mi hermano pasábamos dos horas en la sala de espera de la dentista. Quiero hablar brevemente de la dentista: era una mujer breve, odiaba a los hombres con un odio injustificado e irracional. Mi hermano decía que ella tenía un bigote invisible. Atendía a los pacientes en un caserón viejo, de estilo español. La primera vez, apenas entramos, escuchamos un grito masculino desaforado. Uy, disculpe, no agarró la anestesia, se justificó la vocecita chillona.
El tratamiento de mamá, fue lo que se dice un tratamiento integral, por lo tanto en esa sala de espera sufrimos todos los climas.
Un día (que trato de recuperar en los sueños) mi hermano me propuso una excursión por la casa; tiempo atrás el padre de la dentista había tenido una disquería. Al morir el padre la dentista bajó la persiana. Mi hermano estaba seguro de que todo lo que había en la disquería había ido a parar a alguna habitación de esa casa. No me acuerdo (y lamento que sea así) si llovía aquel día o si hacía calor; sí recuerdo el olor a humedad de las paredes frescas que íbamos rozando. Pasamos por varias habitaciones, una pieza que parecía de vieja, nos reflejamos en un espejo de armario (que parecía haber venido en un barco), sentimos la tos de una vieja más muerta que viva; el silbido de una pava me sobresaltó, o me hubiera sobresaltado de no estar mi hermano ahí. Finalmente através del vidrio de una puerta vimos pilas de discos y estanterías vacías en verde y violeta. Abrimos la puerta, hicimos rechinar la madera con nuestras pisadas. Oíamos perfectamente el torno y la voz de la dentista. Me di cuenta de que mamá estaba al otro lado de la pared y me acerqué para oír mejor, cuando mi hermano me llamó; había encontrado lo que buscaba. Acá está, dijo y abrió el baúl. Dentro había un montón de cuadros acartonados: en el primer cuadro una ciudad nocturna salpicada de estrellas: la luz de la luna daba en la terraza de un edificio; el arcángel Gabriel tocaba la trompeta junto a un hombre cualquiera. En un balcón una mujercita movía el pie, por la dura acera un negro escondía las manos en los bolsillos. Detrás de la ciudad había una festiva aldea con otra temperatura; pequeños y robustos aldeanos bailaban al ritmo de una gaita; en la feria la venta era buena, mientras un rojo globo de fuego se elevaba amenazando salir del cuadro, para insertarse en nuestro mundo de tornos y dientes picados. Más allá de la aldea (¡tan mágicamente mi hermano pasaba los cuadros!)Una mujer de orejitas puntiagudas, sentada sobre una piedra musgosa escuchaba la música de la gaita. Recorrí un bosque nocturno de la mano de mi hermano y salí al mar abierto. Una playa entera para nosotros dos. En ese momento entró la dentista y nos sacó de una oreja porque no éramos niñas y sobre todo porque íbamos a ser hombres con esposas algún día.
Eso es todo lo que quiero recordar por hoy. Mi mujer se fue, creo que no le gustó que dejara el trabajo en el banco. Dice que después de la muerte de mi hermano me volví demasiado loquito. Que es una locura querer dedicarse a la pintura. Le mentí, no renuncié, pedí licencia y me la dieron. Voy a prender alguna luz para poder trabajar mejor.
Con respecto a mi hermano, la última vez que lo vi. fue en una pequeña foto, que mas tarde aparecería en la sección policial de un pasquín. Él, pequeño, flotaba en el río. Una lancha de gendarmería se aproximaba al cuerpo que estaba a punto de chocar contra un montón de bolsas de basura. Después de ver eso me decidí a pintar (increíble ¿no?, pero siempre creí que ese era mi destino). Trabajo en mejorar la foto del diario; cambié a los gendarmes de la lancha por dos hermanos, uno de ellos tiene una caña de pescar; a las bolsas las convertí en rocas musgosas y al cuerpo de mi hermano en un inmenso pez.

lunes, 14 de febrero de 2011

1

Lucas y Alberto veían el movimiento del boliche.
- Mirá a esas dos- dijo Lucas.
- ¿cuales?
- esas. ¿Son dos minas o dos tipos?
Lucas se encogió de hombros.
- mirá lo que es mi antebrazo.
Al rato se acercaron a las dos chicas. Las miraron como se mira a un coche que se va a comprar. Un hombre se acercó, al ver a las dos chicas se dio una palmada en la frente.
- ¡que flash!- dijo. Tenía unos 55 años, llevaba visera y una remera con una ola estampada. Se acercó y le habló al oído a una de las chicas.
Alberto señaló al hombre.
- ¿que hace acá?
- ¿que hacés acá?- preguntó Lucas.
- me chamuyaron con que tocaba Leo García- dijo el hombre.- que tocaba acá. Siempre toca en boliches gay, y a mi no me va eso.
- me lo llevo a casa- dijo Lucas.
- pero si no hace nada malo- dijo Alberto.
El hombre ofreció cerveza a Alberto.
- vos sos un amigo.
- estás muy en pedo, papá- dijo Lucas.
- no me toques- dijo el hombre- ¿que soy, tu hijo? Yo estuve en Malvinas.
- así es la cosa- dijo Alberto a Lucas- primero nos cuidan ellos, después se da vuelta.
- anoche soñé que le pegaba un itacazo.- dijo Lucas- le pateaba la puerta de su pieza, lo tiraba a la cama y le metía un buraco en la panza.
Y después le dijo al padre:
- dale, papá, ¡vamos!
- ¿los tres solos? vamos a parecer putos.

Lucas bajó a comprar cigarrillos al autoservicio. Alberto lo miraba ir y venir por las góndolas. Al lado del Senda paró una camioneta Ford.
- ¿sabés que a esas las tiraban desde un helicóptero?- dijo el hombre. todavía era de noche y el asiento trasero del coche estaba oscuro. Alberto no prestó atención.
- ¡que olor a podrido, men!
- ¿qué?- preguntó Alberto.
- quiero irme a la costa.- dijo el hombre- Con una pendeja.
Alberto se rascó el mentón. ¿A que parte?
- a Gesell.
- a Gesell, bien.


En el collage, que estaba en el buzón del departamento de Luis (así se llamaba el hombre) había un hombre que era remontado como un barrilete, por una jauría de perros, pero eran perros de razas chicas. Con letras de revistas habían escrito: "¡perro! ¡Suelte a ese hombre!" lucas hizo un bollo con el collage y lo tiró a la basura.
- se le cagan de risa los pendejos del edificio. Lo tienen de punto.
(luis vivía en uno de los departamentos de monoblock de la ciudad)
Lucas tomó el control del video y puso play. Telma y Louis estaban a punto de saltar por el precipicio, Harvey Keitel corría en cámara lenta.
- la compré por la canción.- dijo Luis.- pero ni la ponen.
- ¿cual canción? ¿La de Fito Páez?
El hombre asintió. Alberto se encogió de hombros.

Luis paseaba perros, se ponía una gorra y una musculosa rosa que dejaba ver los brazos flacos, marcados y venosos. Lucas se acercó a la ventana, él vivía a pocas cuadras del edificio de su papá, y sabía que si se ponía en la ventana, antes de las ocho, lo vería pasar.
Días antes Lucas había llamado a su hermana Carola.
- a papá no le vendrían mal unos días en corrientes. Necesita otro aire. Está como si hubiera succionado un caño de escape.
- en este momento estoy con los nenes, la escuela.
- encima la tiene con que fue a Malvinas.
- ¿a Malvinas? si nunca salió de la gomería.
- ¿entonces?
- hasta diciembre no puedo.
Ahora Lucas estaba viendo a su padre pasar como al barrilete del collage que habían hecho esos pendejos de mierda.
- siempre te lavás las manos con papá.
- y vos con mamá.
- pero mamá era fácil.
- ¿fácil? mamá se disfrazaba de Sarah Kay. Iba al club de jubilados como Sarah kay. Un día la encontré en el sillón, besándose con otro viejo. Un viejo de mierda vestido de Sandro, con aliento a vino. Ella estaba vestida de tejana, lo peor es que creía que así se vestían las chinas del campo. Estaba muy confundida.
La voz de la mujer se quebró. Ahora Lucas se tapaba la cara para no ver a su padre.
¡Basta, papá! déjate de joder con la pendeja esa que te está sacando plata, ¿no sentís el olor a pis que tiene? tiene el pelo sucio y olor a pis. Y te saca plata, papá.

Luis marcó la característica de corrientes, después el número de su hija. Mientras esperaba abrió la puerta de su cabina y preguntó al encargado del locutorio:
- ¿no sabes donde arreglan zapatillas? las mías hablan.
Hizo una breve función de títeres con sus zapatillas.
- ¿papá?
- sí, Lucas me dijo que querías hablar conmigo.
La muchacha le preguntó por la chica de 17, por la plata de la jubilación y la pensión. ¿No te estará viviendo?
- empiezo a estudiar gracias a ella- dijo el hombre.
- ¿a estudiar?
- en la nocturna.
- pero si vos tenes el secundario completo, pá.

El primer sábado de cada mes los empleados del Carrefour se reunían en alguna casa a festejar todos los cumpleaños del mes anterior. Lucas y Alberto trabajaban en el mismo lugar, Lucas era encargado, Alberto cajero. Lucas había hecho entrar a Alberto.
- todavía siento que se me contrae- dijo Julio, uno de los cajeros de la sucursal de Hurlingham.
Otro desde el sillón dijo:
- por cien pesos te hacen eso. Podés denunciar al INADI.
- no creo que te den bola, esas cosas son para defensa al consumidor- dijo Alberto, mientras fotografiaba a Julio.- no llores.
Julio se tapó la cara. No soportaba la situación, horas antes lo habían hecho poner en fila, le habían pedido que se quitara la ropa en dos ocasiones.
- yo una vez tuve hemorroides- dijo el del sillón.- y también...
En ese momento alguien pateó la puerta de entrada. El del sillón se puso de pie, Alberto apuntó con la cámara al tipo que había entrado. Era el padre de Lucas.
- ustedes cobran como seis mil por mes- dijo el hombre- y no comparten nada.
Decía estas cosas mientras golpeaba el suelo con un cuchillo.
- ¡quiero plata! ¡Quiero 600 pesos! dame 600 pesos.- le dijo a Lucas que salía de la cocina.
Entre todos juntaron 600.
Luis llegó a una esquina y le dio el dinero a una chica que usaba indumentaria Adidas.

El lunes por el tarde Lucas y Alberto volvían del trabajo, ambos uniformados, cuando en una esquina vieron a Luis rodeado de chicos. Contaba que había visto el pezón de una chica en pleno centro porteño. Lucas corrió a los chicos y le dio un puñetazo al hombre. Luis dio contra la pared.
- es bueno peleando desde el piso- dijo un chico.
Pero lo único que hacía Luis era cubrirse.
- ¡BOMBA! ¡BOMBA!- corearon.
Y el hijo le dislocó la mandíbula al padre.
Alberto se encargó de llevar al hombre a la sala de primeros auxilios. Lo vendaron.
(¿Que le hiciste a papá?, me tenía tan loco que soñé que le daba un itacazo, pero le dislocaste la mandíbula, ¿como hace para comer? No tiene justificación lo que hice, pero él me robo, entró y me robo. Mandalo para corrientes.)
Alberto recostó a Luis en la cama.
- apagame la luz, nene- dijo Luis. Alberto lo hizo, después abrió la lacena, sacó un alfajor. Mientras comía el alfajor se acordó de que Luis le había enseñado a nadar. Luis también era un padre para Alberto.

Desde corrientes, Luis mandó una carta. Se había comprado una cámara de fotos de esas que sacan varías seguidas. Había fotografiado el taller de costura de carola, un árbol en medio del campo, la fachada de la escuela en que había hecho la primaria, un atardecer y de nuevo la fachada de la escuela en la que había hecho la primaria.
"acá los paisanos se levantan temprano, pero al mediodía ya cortan, dicen que descansan una horita y los agarra el atardecer.
Yo podría dedicarme a la albañilería acá. Son bien inútiles los correntinos, las paredes están todas arqueadas. El taller de carola está hermoso igual que los nenes, te mando fotos del taller." (Había fotos que mostraban el estado de las paredes y muchas del taller.)
"PD: me conseguí un perro, es un cusco, pero se sienta al lado mío en el monte y vemos el atardecer, parece que él también lo aprecia.
Ppd: te envío 100 de los 600 que me robé aquella noche. De a poco te lo voy a ir devolviendo. Pedile perdón de mi parte a tus amigos."